Cada barrio de Barcelona tiene su propria personalidad, su propia historia y su propio encanto. Si os gustaron Sant Antoni y Gràcia, el Born va a convertirse también en uno de vuestros rincones favoritos de la ciudad. Se trata, sin duda, de un barrio mucho más turístico que los anteriores, por cuanto se encuentra en el centro de Barcelona, pero es a su vez un espacio lleno de historia.

El origen del Born se remonta a la Edad Media, a la época en que la ciudad estaba creciendo y empezó a expandirse más allá de sus murallas, que bajaban por la actual Via Layetana. La gente más humilde se trasladó a esa zona, que rápidamente se convirtió en el barrio donde se concentraban muchos de los gremios de artesanos, así como muchas familias que vivían de la actividad que giraba en torno al puerto, que se encontraba en las cercanías de la actual Estació de França.

Es precisamente con un paseo por el barrio como empieza mi tarde de sábado en el Born. Muchas de las calles del barrio conservan todavía los nombres de los gremios que se concentraban en ellas en la baja Edad Media: corders, llana, assaonadors, cotoners, esparteria, sombrerers, vidreria, blanqueria, agullers… recuerdan a los artesanos que tejían cuerdas, salaban la comida, cardaban materiales varios para elaborar hilo y tejidos, soplaban cristal, trataban tejidos… Todos ellos van apareciendo con un paseo sin rumbo por las múltiples callejuelas del barrio. Estas calles están llenas de tiendas de todo tipo y de rincones viejos de lo más curioso, como el viejo cartel pintado a fresco que todavía puede leerse en una esquina y donde se anuncia la multa de cinco pesetas prevista en caso de orinar en la calle, escupir o jugar a la pelota.


Pero si algo en el barrio recuerda el carácter humilde y marinero con el que nació esta zona de la ciudad, sin duda es la Iglesia de Santa Maria del Mar, que preside majestuosa en el corazón del barrio. Fue construida en el siglo XIV por los vecinos del barrio. La mayoría de ellos no tenían dinero que donar para su construcción, de modo que contribuían trabajando ellos mismos en las tareas necesarias para elevar la enorme iglesia gótica en su tiempo libre. El interior es parada obligada en cualquier paseo vespertino. Recomiendo muchísimo la lectura del libro de Ildefonso Falcones para conocer la historia del barrio y de la iglesia de forma novelada y con una narrativa de buena calidad: nada mejor para captar toda la escencia original del Born.

Más historia todavía es la que se puede ver en el interior del mercado del Born, donde se han recuperado los restos arqueológicos de principios del siglo XVIII, donde se refugió el último reducto de la resistencia durante la Guerra de Sucesión antes de la caída de Barcelona. Los muertos en el sitio de la ciudad están enterrados en el Fossar de les Moreres, al lado de la Iglesia del Mar, donde un pebeter encendido permanentemente recuerda la batalla que llevó a la pérdida de autonomía política del reino de Catalunya hace 300 años.


Tras este paseo, inicia una agradable velada. Como sabéis, me encanta tomar una copa de vino antes de la cena cuando salgo a disfrutar de la ciudad. El sitio ideal para ello es la Vinya del Senyor (Plaça de Santa Maria, 5), una diminuta enoteca situada enfrente de la fachada principal de Santa Maria del Mar. Aunque se puede pedir una botella de vino de una amplia selección, también hay algunos vinos que se sirven por copas. Os recomiendo entusiásticamente, como adicta incurable al queso, que acompañéis el vino con una tabla de quesos y un poco de pa amb tomàquet. Un sitio tranquilo, acogedor, con bastantes turistas pero pensado para los barceloneses y al pie de la catedral del pueblo.




Y para la cena, dos opciones de esas que enamoran a bolsillos estrechos como los míos. Uno de ellos es el Mercat de la Princesa (Carrer dels Flassaders, 21), un local que abrió hace dos años y que se ha convertido en uno de los más frecuentados por los barceloneses que bajan a cenar en el Born. Se trata de un espacio muy amplio con una estructura de mercado: cada puesto sirve un tipo distinto de comida y las mesas se reparten a lo largo del espacio central, de modo que cada uno puede elegir el tipo de comida que más le apetece y luego sentarse todos juntos. Mi favorito es el puesto de huevos, donde los sirven cocinados de todos los modos posibles: dejarse perder los huevos estrellados con morcilla es, claro está, el octavo pecado capital.



Mi otra propuesta es un local que descubrí recientemente después de que me lo hubieran recomendado varios conocidos. Se trata del Mosquito (Carrer dels carders, 46), una taverna de comida vietnamita. El sitio es muy informal y la cena se sirve a base de tapas que pueden irse pidiendo en varias tandas. Hay empanadas al vapor o fritas de verduras y carne, así como otros platillos calientes, como el pollo al limón, o fríos, como la berenjena. También tienen una interesante carta de cervezas y tés.


Y para una última copa, El Born Bar (Passeig del Born, 26) es el sitio ideal. Es un bar clásico, con mesas de mármol y un aire de principios de siglo. Pero es uno de los bares más frecuentados de la Riera del Born. Os recomiendo que probéis sus mojitos: de los mejorcitos de la ciudad.