Gràcia nació como un pueblo al norte de Barcelona, pero a finales del siglo XIX, con el crecimiento del ensanche, Gràcia se convirtió en un barrio de Barcelona, y el paseo que llevaba hasta allí, en una de las vías más famosas de la ciudad. Pero Gràcia era un pueblo y, en cierta medida, pueblo sigue siendo. Hay poquísimos coches que circulen por las estrechas calles de la Vila de Gràcia y la gente todavía se reúne en sus numerosísimas plazas.



Y es que, sin duda, una de las mejores cosas que se pueden hacer en Barcelona es ir a tomarse un aperitivo en cualquiera de las plazas de Gràcia: una copa de vino y un par de tapas para ir abriendo el apetito. También es delicioso un paseo por sus calles, llenas de tiendas de productos de proximidad, objetos artesanales, tés, perfumes, jabones… Una de mis tiendas favoritas es Fulanitu & Menganita (Carrer Verdi, 25), de objetos de decoración vintage.


Pero una de las cosas que caracterizan a Gràcia es el importante movimiento asociacionista que hay en el barrio. La lista es enorme, pero destacan La Diabòlica de Gràcia, con sus espectáculos en la calle con fuego, siguiendo una de las tradiciones más ruidosas de la cultura catalana, y la colla de castellers de la Vila de Gràcia, que practican la tradición de mayor altura. En Gràcia también es frecuente ver actos de protesta o reivindicación de signo político de lo más rigurosamente progresista.


Y, desde luego, actividades de todo tipo organizadas por el ayuntamiento o por las asociaciones de vecinos, las más activas de la ciudad: comidas populares, espectáculos infantiles, fiestas, conciertos… Casi cualquier fin de semana del año puede encontrarse algún acontecimiento de tipo popular en las plazas de Gràcia. Y no olvidemos, además, que es aquí donde nació la rumba catalana.
En esta línea popular tan propia del barrio, destacan las fiestas en la calle. Tres son las más importantes: Foguerons, importada de las islas Baleares por los muchos mallorquines que viven en el barrio, que tiene lugar a finales de enero; Sant Medir, que conmemora la peregrinación de Josep Vidal Granés, vecino de Gràcia, hasta la ermita del santo situada en Collserola, que se celebra el 3 de marzo; y la festa major o fiestas de Gràcia, una de las citas más importantes de la ciudad, que se celebra a mediados de agosto y a la que pronto voy a dedicar un artículo entero.

Para los amantes del cine, en la calle Verdi podéis encontrar uno de los pocos cines de la ciudad con proyecciones en versión original, con una cartelera donde suelen estar los grandes éxitos, pero donde abundan sobre todo películas de producción europea; las grandes cintas francesas, italianas y españolas en boga en los últimos años han pasado todas por las pantallas de los Cines Verdi (Carrer Verdi, 32).
Si sois más de teatro, entonces os interesa el Lliure de Gràcia (Carrer Montseny, 47), la sede gracienca del Teatre Lliure. La programación suele ser de calidad, con los grandes nombres de la escena barcelonesa, pero también hay espacio para montajes alternativos, de jóvenes aún desconocidos, y para textos rompedores.
Pero Gràcia, además de este ambiente popular e intelectual, destaca por ser el barrio de moda de la ciudad, y por ello hay muchísimos locales que vale la pena visitar. Como ya sabéis, yo considero que las buenas noches empiezan con una copa de vino antes de cenar, y un sitio estupendo para ello es el Cafè del Teatre (Carrer Torrijos, 41). Es un sitio de lo más acogedor, en el corazón del barrio y con un ambiente ideal para una tranquila reunión de amigos al inicio de la velada o al salir del trabajo.

Para la cena, uno de mis locales favoritos es el Samsara (Carrer Terol, 6). Este restaurante, al igual que el Cafè del Teatre, recoge a la perfección el carácter de Gràcia: un sitio elegante pero informal, con un ambiente chill-out. Su cocina se basa en platillos elaborados con ingredientes mediterráneos, pero en combinaciones poco convencionales, como sus canelones de setas, los moniatos al estilo patatas bravas o los ravioli de bacalao. No se os pase por la cabeza dejar de pedir los buñuelos rellenos como postre.

Y para tomarse algo después de la cena, tenemos la suerte de que la mejor coctelería de la ciudad se encuentre en Gràcia. Se trata de Bobby Gin (Francesc Giner, 47). Como aquí lo suyo es ser modernos, toca pedir gintónic, la especialidad de la casa; y es que ya lo dicen ellos mismos: God save the gin. Os recomiendo sin duda que os sentéis en los taburetes que hay en la barra misma para poder observar cómo los barmen preparan los cócteles: puro arte. La barra parece más una apoteca que la barra de un bar, está llena de potes y potecillos llenos de hierbas y especias que condimentan las mezclas. Cada cóctel requiere su tiempo, sus medidas precisas, un removido a la velocidad y la intensidad exactas, el toque adecuado del ingrediente que le da el acabo perfecto. Y, por supuesto, en un sitio como este, los amantes de la ginebra pueden encontrar todos los tipos y variedades de este destilado.



Me encanta Gracia.En este barrio viven mis hijas y nietos