Barcelona ha sido siempre una ciudad muy dinámica y en constante cambio. A pesar de que en el momento de su fundación en la época de Augusto —fue el propio emperador quien fundió esta colonia Iulia Augusta— creciera a la sombra de la gran Tarraco Scipionum opus, al convertirse en condado tras la recuperación del territorio de manos de los sarracenos empezó a ganar una posición de dominio. Convertida años más tarde en la capital de los condados catalanes, y después en sede de la corona catalanoaragonesa, Barcelona ha sido fundamentalmente una ciudad de superposición, en la que una etapa ha sucedido a la otra de forma incesante.
Ello no forma parte sólo del pasado, sino que esta realidad puede apreciarse todavía hoy en muchos rincones de la ciudad. Barcelona es también conocida como la capital del diseño, y estas dos facetas de la ciudad se combinan de una forma perfecta en espacios que han mantenido su fisonomía pero se han reinventado por dentro para hacer algo que es absoluta seña de identidad de la ciudad: seguir el ritmo de la modernidad y el cosmopolitismo sin renunciar al encanto del pasado.
Son todos ellos rincones que todos los barceloneses nos sentimos muy propios, pues no se han convertido en otro de esos espacios invadidos por los turistas, sino en edificios que forman parte del tranquilo discurrir de la vida en Barcelona.
Los campus de Ciutadella y de Poblenou de la Universitat Pompeu Fabra
La Universitat Pompeu Fabra es una universidad pública con todavía pocos años de vida. Su primer campus, donde están todavía hoy las facultades más fuertes —la de Derecho, la de Economía y la de Ciencias Sociales—, se aloja en un antiguo cuartel militar al lado del parque de la Ciutadella. Los dos edificios que la forman conservan todavía la estructura rectangular con patio central, uno de los cuales tiene ahora una gran cubierta de cristal. Además, en las aulas y despachos, quedan a la vista las paredes originales. Así los libros sustituyeron a las armas. A su lado, un enorme depósito fue convertido en parte de la biblioteca del campus; en recuerdo a este origen, esta sección de la biblioteca se conoce como les aigües, ‘las aguas’.


La universidad, especializada en las ramas de ciencias sociales, ha alcanzado un prestigio tal que su campus original de la calle Wellington se ha quedado pequeño para albergar todas las facultades. La misma fórmula arquitectónica se empleó para construir el campus de Poblenou. En esta ocasión, se eligió una de las muchas fábricas abandonadas de ese antiguo barrio industrial, que empezó a experimentar un espectacular cambio a partir de los Juegos Olímpicos de 1992. La estructura de la fábrica se ha mantenido claramente en uno de los lados del campus, y la chimenea original hace todavía más patente la utilización que antaño tuvo este espacio. En pleno contraste, un edificio cuya estructura queda cubierta por grandes ventanales de cristal ocupa la otra mitad del espacio central del campus.


Las arenas de Plaça Espanya
El espectáculo taurino perdió fuelle hace años en Catalunya, que a pesar de tener tradiciones taurinas propias, en tanto que tierra mediterránea, nunca ha vivido como propia la tauromaquia. Tal situación hizo que una de las arenas de la ciudad quedara inutilizada hace ya tiempo —la otra va por el mismo camino, especialmente desde la prohibición de las corridas de toros por la ley catalana de protección de los animales—.


El espacio fue transformado en un centro comercial. Se mantiene perfectamente la estructura circular, que durante semanas estuvo flotando, sujeta sólo con enormes vigas. El interior fue completamente derruido y se sustituyó por la estructura actual y la bóveda de la última planta. El edificio actual deja a la vista todavía la fachada de las arenas, de estilo arabesco, y se ha convertido de nuevo en un espacio muy concurrido, ya sea para ir de compras, ya sea para cenar con estupendas vistas sobre el complejo de la exposición universal de 1888 de Montjuïc.
Tienda Vinçon de Passeig de Gràcia
Esta tienda de objetos de diseño para la decoración del hogar está situada en un edificio modernista proyectado por el arquitecto Antoni Rovira i Rabassa en 1899 y catalogado como Patrimonio Arquitectónico de la Ciudad. Los expositores se mezclan con los mil detalles arquitectónicos del edificio, que es un claro ejemplo de lo que fueron las fincas modernistas que se construyeron en l’Eixample Dreta entre finales del s. XIX y principios del s. XX. Son especialmente espectaculares su escalinata y la enorme chimenea de uno de los salones. El contraste con los objetos de diseño revolucionariamente moderno que se venden en la tienda deja todavía más a la vista la belleza de este espacio.

Pabellones del antiguo Hospital de Sant Pau
Este hospital fue construido a lo largo de las primeras décadas del s. XX, siguiendo un riguroso estilo modernista catalán; no en vano su arquitecto, Domènech i Montaner, fue un primer espada del movimiento —su otra obra emblemática es el Palau de la Música, situado en el barrio de la Ribera, en el distrito de Ciutat Vella—. El hospital estuvo en servicio hasta hace pocos años, cuando se inauguró el nuevo hospital, con una infraestructura adecuada para los protocolos y las técnicas de la sanidad moderna, y una mayor capacidad.


A partir de entonces, los pabellones del antiguo hospital empezaron una profunda reforma, que ha vuelto a darles su brillo original. Los pabellones completamente rehabilitados se destinan ahora a oficinas para investigación I+D enfocado especialmente a la sostenibilidad, así como oficinas de organismos internacionales de la talla de la OMS. El espacio conserva su distribución original, con un paseo que parte de la fachada principal del recinto hasta el gran pabellón de Sant Cosme i Sant Damià, con los pabellones menores ubicados a ambos lados del paseo.

Torre Girona
Esta preciosa finca, construida a principios de los años 60 del s. XIX, fue en su día la residencia privada de Manuel Girona i Agrafel, reconocido banquero y alcalde de Barcelona entre los años 1876 y 1877. El edificio pertenece hoy a la Universitat Politècnica de Catalunya, aunque el enorme jardín que lo rodea es de titularidad municipal y está abierto a los vecinos. Uno de los espacios que ha sufrido una mayor transformación es la capilla privada de la finca. El uso original ha quedado sustituido por uno radicalmente distinto: el espacio aloja actualmente el Mare Nostrum, un ordenador gigante que es uno de los más potentes de Europa y que está dedicado a la investigación y el desarrollo de tecnología para el progreso. Sin duda, el contraste entre los componentes del ordenador y la nave principal y capillas laterales es realmente sobrecogedor.


Hivernacle de Sants
Cuando la antigua fábrica de plástico tuvo que abandonar su actividad, el espacio acabó siendo reconvertida en tienda de jardinería. El techo derruido fue sustituido con paneles transparentes que protegen las plantas de las temperaturas extremas y permiten asimismo que la luz solar siga bañándolas; esta nueva fisonomía da nombre a la tienda, Hivernacle, ‘invernadero’. Se trata de otro ejemplo en el que la belleza del espacio no viene dada sólo por la recuperación de un edificio en desuso, sino sobre todo por el contraste entre la actividad inicial y el uso actual: el espacio que ocupaban las máquinas que ejecutaban los procesos químicos necesarios para fabricar productos plásticos lo invaden hoy toda clase de plantas, y el olor del alquitrán ha sido sustituido por el perfume de cientos de flores.


Restaurante El Nacional
Casi ningún barcelonés se había dado cuenta que en un pequeño cul-de-sac del Passeig de Gràcia, por el que todos nosotros pasamos veces y veces, se escondía un antiguo garaje abandonado. Cuando en una de las primeras shopping night la firma Desigual alquiló este espacio para su fiesta de promoción, todos nos preguntábamos cómo era posible que no nos hubiéramos dado cuenta ni siquiera de que allí había un callejón. Unos años más tarde, Lluís Cañadell y Lázaro Rosa Violán han recuperado este garaje y lo han convertido en un espacio gastronómico que es actualmente uno de los sitios de moda. Cualquier barcelonés que se precie se ocupará de dejarse ver en alguno de sus restaurantes.

Uno de los aspectos más singulares de este espacio es el espectacular trabajo de diseño. Al margen de los distintos ambientes que se encuentran coincidiendo con los distintos restaurantes que aloja, el conjunto destaca por la enorme cantidad de plantas que hay en su interior, dándole un aspecto casi selvático que hace las delicias de sus cosmopolitísimos visitantes. Un viejo garaje reconvertido en un espacio en el que incluso los baños desprenden glamour.

Mercat del Born
Y finalmente otro espacio que, como El Nacional, la ciudad ha recuperado recientemente. Durante las obras de remodelación del antiguo mercado, abandonado durante años, para convertir el espacio en una biblioteca, quedaron al descubierto las ruinas del s. XVIII, de los años de la guerra de sucesión, que marcó un antes y un después en la historia de Catalunya. El plan de recuperación se redirigió entonces y es actualmente un espacio cultural presidido por las excavaciones arqueológicas y que alberga un museo, un centro cultural y el espacio gastronómico de la ya centenaria cervecera catalana Moritz.


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